Una mañana cualquiera, creo que era por el mes de abril, de
temprano estaba en la parada del Bingo Ciclista y me coge una mujer de unos 50
años para ir al barrio de la Romareda.
Después de hablar del tiempo, de que
estaba la mañana fresca pero que después se quedaría buen día, vamos, la típica
conversación, le pregunté por qué calle prefería que la llevara.
Miro por el
retrovisor interior y ¡¡no veo nada!!. ¡¡No puede ser!! ¡¡si acabo de coger a una
señora y estaba hablando con ella!! Me giro y estaba totalmente tumbada, como
desmayada.
Me empezaron a temblar las piernas y a entrar ese sudor frío de
cuando tienes miedo. Se me pasaba por la cabeza que la muerte había pasado por
mi coche.
Como pude puse los cuatro intermitentes y paré a un lado antes de
llegar a la Avenida Goya.
Salí del coche para ver como se encontraba realmente.
Tenía los ojos cerrados. El esófago y el esfínter se le habían relajado y había
dejado un pequeño reguero.
Había adelantado
a una ambulancia en la Puerta del Carmen y justo cuando pasaban los paré. Tuve
la suerte que iban vacíos y pudieron parar.
La verdad que la gente que se
dedica a la sanidad valen su peso en oro, desde aquí mi admiración.
Les
expliqué el caso y enseguida entraron
para verla. Cuando les pregunté qué le pasaba me dijeron
- ¿Te suena lo que es un ictus?