¡Macarena...Macarena! No sé cómo sería el comienzo de esta historia.
El sostenía como podía, casi sin tocar a Macarena, para evitar que besara el suelo, lo único que le faltaba por besar esa noche, antes de pararme en una calle del casco.
- ¿A donde vamos Macarena? Le preguntó al entrar al taxi.
Hablaba despacio y bajito, tenía pinta de informático, perilla, gafas de pasta y camisa de cuadros abierta con camiseta debajo. Es el héroe de principios de siglo XXI.
Macarena llevaba un ciego como pocas veces he visto. Se había quedado sola en la discoteca y estaba pasando de brazos en brazos hasta que se percató de la situación el informático, que sería la única persona cuerda que había en la sala.
No me imagino la escena en la que entra un friki tímido consigue quitarles la presa fácil a tiburones babosos. El caso es que los tenía en el taxi.
- A Punta Cana, contestó Macarena. Punta Cana en un restaurante de comida caribeña donde terminan la noche los latinos de la ciudad, almorzando comida latina como frijoles, arepas y otras cosas. No era sitio para Macarena y menos para nuestro héroe. Le advertí de esta circunstancia al chico mientras le decía te quiero...te quiero llevar a casa Macarena. Yo también te quiero gilipollas, pero llévame a almorzar - espetaba ella.
Mientras intentaba sacarle donde vivía, Take That, una boy band británica de los 90' sonaba en la radio, su reacción delató su edad, pasaba los 40. Su vestimenta juvenil y su maquillaje no conseguían tapar sus incipientes patas de gallo. Mientras tanto él, tímido y lánguido, pero con una integridad de hierro no desistía en su empeño de dejarla sana y salva en casa.
Por suerte para el chico, al llegar al sitio estaba cerrado, eran las 6 menos cuarto y abría a las 6. El restaurante está en la calle Lastanosa, una zona del barrio de Delicias que se ha convertido en una especie de gueto, donde prácticamente sólo hay bares latinos y africanos y es muy difícil ver a gente de otras etnias entrar en esos locales.
Finalmente dejamos a Macarena en su portal, en el tercero que nos dijo, en una calle nueva que hay al lado de la estación Delicias. La paciencia del chico tenía un límite, se cansó de aguantar los insultos y envites de Macarena y no quiso entrar en su vida, sólo la salvó una noche.