miércoles, 4 de diciembre de 2024

Una noche cualquiera


Madrugada del sábado, me entra un servicio a las 4:45 a recoger en la estación de servicio de Repsol en Sobradiel, a nombre de Davinia (ficticio) y su número de móvil. Esos eran todos los datos. Finales de noviembre, una espesa niebla en Zaragoza que no veías a 10 metros. 

Entendí que era la Repsol de la carretera de Logroño, pasado Sobradiel. No estoy seguro si pertenece a Torres o a Pinseque. Llegué y no veía a nadie, todo cerrado. Paro al lado de los surtidores y llamo. 

- En un minuto llego, me dice. 

Esto ya empieza a oler mal para mí. Pasan 5 minutos y al ver que no llegaba nadie llamo de nuevo. Entre que no hablaba bien el  español y que tampoco se orientaba bien, la chica me pasa con el camionero para hablar con él. 

- Estamos en la Repsol de la autopista en dirección Zaragoza.

La cosa se ponía mal. Al final, sigo haciendo amigos: señorita por la noche y en camión es como blanco y en botella, solo que el que iba como eso por rastrojo, de gasolinera en gasolinera, era yo. Un saludo a los compañeros de la quinta rueda.

Ya en la gasolinera de Repsol de la autopista, me sitúo entre la espesa niebla en una zona visible desde el restaurante y la gasolinera. Llamo de nuevo:

- Estoy entre la gasolinera y el restaurante,

- ⁠Estoy viendo ahora mismo un camión de Bidasoa que pasa delante mía.

- Pues no lo veo, aquí pone Petronor, es que...no sé,  no sé y ahora se ha ido el camionero este, espera que te paso con el camarero me dice.

El taxímetro se calentaba a la misma velocidad que mi cabreo. Efectivamente estaba en la otra dirección.

Estuvimos discutiendo por teléfono un rato con el resultado final que yo no había recogido y que ella no se negaba a pagar lo que marcaba hasta entonces, pero la discusión terminó y yo me volvía de vacío a Zaragoza. 

La mayoría de las veces, estos casos terminan mal para nosotros, el cliente desaparece, no vuelve a contestar al teléfono, no recogemos y perdemos tiempo y dinero. Por suerte, ella volvió a llamar. 

- Oye que ya que te debo una carrera ven a buscarme y te pago las dos y me llevas a casa. 

De perdidos al río, pensé. Tenía que dar la vuelta llegando ya a Zaragoza y así lo hice. Por fin, la encontré.

Pasamos el peaje y paro en Alagón. Estás situaciones me gusta plantearlas como un win-win. Es decir, plantear un escenario en el que todos salimos ganando. Está feo hablar de dinero, pero tengo un compromiso con la verdad. La primera carrera subía a 60 euros. La segunda ya marcaba 47. Había que sumar el importe de los peajes más lo que subiera desde la placa de retorno hasta Torrero.

Le expliqué la situación y le dije: me voy a portar bien con usted, o me da 100 euros o le dejo aquí. A lo que accedió sin poner ningún inconveniente. Obviamente, no la iba a dejar ahí, pero me jugué un órdago a la juego y me salió. 

De vuelta la escuchaba hablar por teléfono con una amiga y me dio bastante pena la chica. Al parecer había tenido alguna desavenencia con el camionero y, además de decirme mal la dirección, la había dejado tirada.

No somos una ONG pero si te quedas tirada en mitad de la niebla en medio de la noche: confía en el taxi.

domingo, 1 de diciembre de 2024

Objetos perdidos



Zaragoza se está convirtiendo desde hace tiempo en un referente en cuanto a la celebración de despedidas de soltero/a. Me comentaban las clientas que se lo habían pasado en grande, pese a que, por la lluvia de todo el finde, habían tenido que cambiar de planes sobre las marcha, y en lugar de una gincana por la ciudad, la empresa les había organizado una especie de guerra de láser o algo así. 500 euros llevaban gastados en taxis me comentaba María, obviamente no iba en las mejores condiciones para echar cálculos de ese tipo.

Las había recogido en la puerta de La Casa del Loco a las 6 de la mañana. La calle estaba a reventar, mi coche abierto de par en par mientras decidían quién de las 10 o 12 madrileñas que iban se subía. La del megáfono gritándome en la oreja, gente apoyada en el coche ofreciéndome cosas, en fin, una liada. 

Cuando por fin entraron todas en el coche, un amable borracho se encargó de abrirme paso entre la multitud. Oasis, Pereza y Extremoduro sonaban en la lista de reproducción. Yo, que extraño la juerga, subía el volumen en cada canción. Se las cantaron todas. Un fin de fiesta perfecto si no fuera por un detalle: se habían dejado una chaqueta.

Al momento me llamó la central, las chavalas le habían pedido mi número personal para devolver la chaqueta. A los minutos me llamó María. Le comenté que iba alquilado a Rosales del Canal y me costaría media hora llevársela y que, lógicamente, tendría que abonarme la carrera, a lo que me contestó totalmente fuera de sí que tenía 4 horas para dejarla en objetos perdidos o me denunciaba.

Tenemos tres días para devolver lo que se dejan en el taxi y el fin de semana la oficina de objetos perdidos está cerrada, así que su amenaza no tenía ningún fundamento. Siempre lo exagerado resulta insignificante. 

Pensé que me llamarían por la tarde, ya más tranquilas para llevarlas al AVE para ir a Madrid y así recuperar la chaqueta, así que decidí llevar la chaqueta en el coche toda tarde. 

A las 5 de la tarde me pasan un servicio para la Bodega de Chema, cocina aragonesa y clientes habituales. A nombre de María. Algo me daba al hocico. Me voy acercando y veo un grupo de 10 o 12 tías.  No puede ser tanta casualidad, aparco en la puerta y se acerca María, un tanto avergonzada y pregunta: ¿mi chaqueta?

sábado, 21 de septiembre de 2024

Berenguer de Bardaji

He vivido varios años en esa zona, entre Vía Universitas y paseo Calanda y la conozco palmo a palmo. 

No tenía garaje, así que he dado vueltas durante horas por esas calles en forma de laberinto buscando aparcar. 

No diré que se ha degradado la.zona porque se enfada mi librera, pero la realidad es que ha acogido mucha inmigración en las dos últimas décadas.


Era una noche cerrada de invierno, una espesa niebla cubría Zaragoza y se apretaba más en esas estrechas calles. Me entró un servicio para recoger en Berenguer de Bardaji y pasé unos segundos antes por el lugar de los hechos. Di la vuelta a la manzana y me quedé en la puerta a esperar a mis clientes, una pareja de latinos. 

Con las ventanas arriba del todo y la radio no distinguía si los gritos que escuchaba eran de auxilio o gente cantando. En ese momento salieron mis clientes y se percataron que una chica se acercaba llorando y pidiendo ayuda: le acababan de robar el móvil.

El ladrón había pasado a 3 metros de mi hacia 20 segundos. Una enorme.sensación de impotencia se apoderó de mi, solamente había visto a un tipo con capucha pero no sabía nada más. Ponerme a correr por las calles abandonando el coche tampoco parecía la.mejor idea. Por suerte, mis clientes reaccionaron mejor. Se acercaron a consolar a la chica y a ofrecerle ayuda. Mientras, yo volvía de mi estado de piedra y decidimos acompañar a la chica a la Policía a poner la denuncia. Melisa, así se llamaba la chica, era una estudiante de Erasmus italiana la que le habían robado algo más que el móvil en una noche fría de niebla en las Delicias.

 


 

domingo, 30 de junio de 2024

Macarena

¡Macarena...Macarena! No sé cómo sería el comienzo de esta historia.

El sostenía como podía, casi sin tocar a Macarena, para evitar que besara el suelo, lo único que le faltaba por besar esa noche, antes de pararme en una calle del casco.

- ¿A donde vamos Macarena? Le preguntó al entrar al taxi.

Hablaba despacio y bajito, tenía pinta de informático, perilla, gafas de pasta y camisa de cuadros abierta con camiseta debajo. Es el héroe de principios de siglo XXI.

Macarena llevaba un ciego como pocas veces he visto. Se había quedado sola en la discoteca y estaba pasando de brazos en brazos hasta que se percató de la situación el informático, que sería la única persona cuerda que había en la sala. 

No me imagino la escena en la que entra un friki tímido consigue quitarles la presa fácil a tiburones babosos. El caso es que los tenía en el taxi. 

- A Punta Cana, contestó Macarena. Punta Cana en un restaurante de comida caribeña donde terminan la noche los latinos de la ciudad, almorzando comida latina como frijoles, arepas y otras cosas. No era sitio para Macarena y menos para nuestro héroe. Le advertí de esta circunstancia al chico mientras le decía te quiero...te quiero llevar a casa Macarena. Yo también te quiero gilipollas, pero llévame a almorzar - espetaba ella. 

Mientras intentaba sacarle donde vivía, Take That, una boy band británica de los 90'  sonaba en la radio, su reacción delató su edad, pasaba los 40. Su vestimenta juvenil y su maquillaje no conseguían tapar sus incipientes patas de gallo. Mientras tanto él, tímido y lánguido, pero con una integridad de hierro no desistía en su empeño de dejarla sana y salva en casa. 

Por suerte para el chico, al llegar al sitio estaba cerrado, eran las 6 menos cuarto y abría a las 6. El restaurante está en la calle Lastanosa, una zona del barrio de Delicias que se ha convertido en una especie de gueto, donde prácticamente sólo hay bares latinos y africanos y es muy difícil ver a gente de otras etnias entrar en esos locales.

Finalmente dejamos a Macarena en su portal, en el tercero que nos dijo, en una calle nueva que hay al lado de la estación Delicias. La paciencia del chico tenía un límite, se cansó de aguantar los insultos y envites de Macarena y no quiso entrar en su vida, sólo la salvó una noche.


viernes, 29 de marzo de 2024

Diario de un taxista ya está en libro


 

Dos premisas he tenido siempre presente a la hora de publicar mis historias aquí: primero que todo lo que es verdad, no hay nada hinchado ni nada inventado. Segundo que todo me ha ocurrido a mi, en primera persona, no cojo historias de otros compañeros y me las acomodo. 

Esas dos premisas me llevaron también a culminar un proyecto personal muy bonito, que fue la publicación del libro Diario de un taxista en Zaragoza

Lo hice a través de una editorial online alemana, Bod.com, mucho mejor y más fácil que en Amazon, y la verdad que estoy muy satisfecho con el resultado y con la acogida que está teniendo. 

Tiene pocas semanas de recorrido y ya está en formato papel en la librería General en Zaragoza, además de en la web de El Corte Inglés o bod.com, entre otras y en la que mejor me han tratado, librería La tienda de al lado, en Rosales del Canal, y en formato digital en Kobo, o la App de book de Apple.


Ponemos así punto y seguido, después de estos 15 años de publicaciones online, recogidos en el libro, seguiremos contando batallitas por aquí y ya veremos lo que nos va deparando el futuro.

 


 

viernes, 5 de enero de 2024

Yo la conocí en un taxi

Yo la conocí en un taxi es una canción random, y mala,  que sonó por el año 2015 y que mis amigos utilizaron para ambientar la escena cuando me entregaban su regalo en mi boda y que perfectamente podría servir de banda sonora de esta historia. El, DJ de una de las discotecas de moda de la ciudad no conocerá la canción.


Pero os pongo en situación. Nochevieja de 2023, salgo a las 3 AM a trabajar. A mis 41 años no me resultaba del todo un mal plan en una noche como esa, y en el primer servicio que me pasan  tengo que recoger en vía Ibérica 33. 

Unos metros antes me paran unas chicas. Las recojo pensando que eran mis clientas, pero un poco más adelante, en el 33, otras 5 chicas reclamando el servicio. Paro y explico la confusión,  mientras ellas se ponen a negociar. Como habían pedido dos taxis podían entrar dos chicas y compartir gastos ya que esa noche es difícil coger taxi. Tenía que dar un poco de vuelta porque unas iban al centro y las que habían contratado mi servicio iban al parque de atracciones. 

Ella no lo sabía pero esa decisión le podría cambiar la vida. Al dejar a las segundas en el parque de atracciones se repite la situación, el DJ esperando taxi para ir al centro y las primeras, de nuevo, dispuestas a compartir gastos.


A la vez que el DJ, debió de entrar Cupido tirando flechas o tocando el arpa. Se palpaba la química entre los dos pipiolos. Enseguida intercambiaron Instagram  - se ve que ahora ligan así. 

La conversación fluía y eso que ni se habían mirado a los ojos. Ella, estudiante de 4⁰ de medicina; él, deportista, estudiante y  pluriempleado. Estaban en su prime. Empezando a escribir las páginas más bonitas del libro de la vida. La amiga sostenía la vela y yo con mi planazo de empezar a trabajar en Nochevieja a las tres de la mañana pensando que la vida es eso que transcurre entre que tienes un planazo para Nochevieja y otra que sales a trabajar a las 3 de la mañana.



martes, 24 de octubre de 2023

Nuevas drogas

 

Nuevas drogas

No he probado las drogas, más allá de meter el pie en la piscina para probar la temperatura del agua y con  la punta del dedo comprobar que el agua está fría. Pero como cualquiera, conoce los efectos que producen las drogas más comunes en el comportamiento de las personas que las consumen.

En el mundo del taxi estamos acostumbrados a lidiar con borrachos, todos los fines de semana. El alcohol ha causado verdaderos estragos en las tapicerías de los taxis en todo el mundo. Lo que pasa que, aunque a un beodo lo veas venir y lo puedas esquivar, siempre está el amigo que te para y te lo mete por la otra puerta y ya solo te queda tocar madera.

Sé reconocer los efectos que producen otras drogas, por ejemplo en mandíbulas, pupilas, risas etc.

El caso es que se me empieza a pasar los efectos que producen alguna de las nuevas drogas. 

El otro día cogí a tres chavales de unos 20 años en la calle Corona de Aragón. El chico de puso delante y las dos chicas detrás. Me pidieron dos paradas, una antes de Santa Isabel y otra en Alfajarín. Las dos chicas vestían de forma muy explosiva, pero el tío no les hacía ni caso, parecía que ellas no habían tomado nada y se lo habían dejado todo a él. El caso es que el tío me dio el viaje. No paraba de decir cosas sin sentido, sin gracia y sin ninguna coherencia ni guion - ¿qué te han echado en la bebida? Le pregunté, pero ni me escuchó. Las tías pasaban de él por completo. A la altura de Cobasa hice la primera parada, se bajaba una de las chicas y el tío, que iba a continuar se bajó a estirar las piernas y tomar el aire, según él. 

En estas que el chaval empieza a correr a buena velocidad. Me pongo a su par y el tío seguía corriendo. Yo le gritaba a dos metros pero nada, como si hablara a la pared. La tía pasaba de él y me insistía en que fuéramos a Alfajarín. Lo dejamos corriendo. Ya de vuelta me fijé a ver si lo veía.

Lo encontré andando en dirección contraria a 200 metros de donde se había bajado. De nuevo mis gritos caían en saco roto. Se me quedó la duda de cómo encontraría el camino a casa, cómo reconduciría su vida y que tipo de droga había tomado esa noche.