Un amigo me comentó un día, acerca de este blog, que casi todo lo que escribo sucede las noches del fin de semana. Y tiene razón. Pero juro que esta historia, por extraño que parezca, ocurrió un martes a las 5 de la tarde.
El caso es que cogí a un borracho en el Paseo María Agustín, a la altura de la parada de las antiguas cocheras de Ágreda. Caminaba haciendo algún traspiés por la acera, en un principio pensé que era por viejo, no por borracho.
Me comentó que había sacado premio en la tragaperras y que llevaba tres pacharanes encima... a mí, que me gusta darles cuerda a los borrachos le comenté:
- Hombre y las cervezas de antes de comer...y el vino comiendo, y algún carajillo, y algún chupito...
El hombre iba confirmando cada vez que añadía alguna bebida a la lista. Además le he pillado porros de dos clases a un moro y he estado con una casquivana...ya se vino demasiado arriba.
Íbamos a la calle Conde Aranda, estaba cortada la avenida César Augusto por una obras y tuve que bajar por la calle Ramón y Cajal. Lo que me terminó de descolocar fue cuando me dijo que iba a comprar unas zapatillas que le dejaban por 30 euros y valían 60 en el Decathlon.
En estás que, estando parado en el semáforo de Conde Aranda, había una mujer en la esquina haciéndome gestos. Yo estaba pensando en para qué querría las zapatillas el hombre pero a la vez, temiendo de preguntarle para no oírme otra majadería, no había entendido los gestos de la mujer y bajé la ventanilla para escucharla. Se acercó echándose los dedos a la boca y pidiendo un cigarro. No respondía al estándar de mujeres que fuman en las esquinas de Conde Aranda. No fumo, le dije queriendo quitármela de encima, cuando el borracho contesto apresurado, sí ¡toma!
No tuve otro remedio que pasarle el cigarrillo. Entonces siguió pidiendo. ¿Me das un euro? ¿O euro y medio? ¿Para un café?
Y el otro se echa la mano al bolsillo y le dice que ¡sí! En estás que un bocinazo del coche de atrás me devuelve a la realidad. ¿En qué momento, el trabajo me había colocado, un martes por la tarde, entre un viejo verde borracho y una fulana?
Hice el amago de arrancar y conseguí que se apartara un palmo. Cuidado que me puedes atropellar, me dijo. Momento en el que aproveché para arrancar y dejarla jurando y sin propina.
Le contaré a mí amigo que Zaragoza, también es la ciudad que nunca duerme. Incluso un martes a las 5 de la tarde.