martes, 29 de noviembre de 2016

Una mañana cualquiera

Una mañana cualquiera, creo que era por el mes de abril, de temprano estaba en la parada del Bingo Ciclista y me coge una mujer de unos 50 años para ir al barrio de la Romareda.

Después de hablar del tiempo, de que estaba la mañana fresca pero que después se quedaría buen día, vamos, la típica conversación, le pregunté por qué calle prefería que la llevara. 

Miro por el retrovisor interior y ¡¡no veo nada!!. ¡¡No puede ser!! ¡¡si acabo de coger a una señora y estaba hablando con ella!! Me giro y estaba totalmente tumbada, como desmayada. 

Me empezaron a temblar las piernas y a entrar ese sudor frío de cuando tienes miedo. Se me pasaba por la cabeza que la muerte había pasado por mi coche. 

Como pude puse los cuatro intermitentes y paré a un lado antes de llegar a la Avenida Goya. 

Salí del coche para ver como se encontraba realmente. Tenía los ojos cerrados. El esófago y el esfínter se le habían relajado y había dejado un pequeño reguero. 

Había adelantado a una ambulancia en la Puerta del Carmen y justo cuando pasaban los paré. Tuve la suerte que iban vacíos y pudieron parar. 

La verdad que la gente que se dedica a la sanidad valen su peso en oro, desde aquí mi admiración. 
Les expliqué el caso y enseguida entraron para verla. Cuando les pregunté qué le pasaba me dijeron

- ¿Te suena lo que es un ictus?

A día de hoy no se qué sería de la señora, porque ya con el susto no me dio por ir a acompañarlos. Mi gratitud a los de la ambulancia y mis mejores deseos a la paciente y a todo el mundo que atraviesa por esta situación.

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