lunes, 7 de enero de 2019

Taxista de pueblo

Taxi Castiliscar

Ahora está de moda tener pueblo.

Todo el mundo tiene uno y el que no tiene, se apega a uno.

Cuando yo llegué a la capital, hace casi 20 años esto no era así. Era casi como Paco Martínez Soria bajándose del 600. Teníamos que aguantar las típicas bromas de si teníamos gallinas por las calles y todo eso, pero se llevaba bien.

Los pueblos se desangraban poblacionalmente pero a nadie parecía importarle.

La despoblación había empezado ya en los años 60. Ahora casi no quedan ni los que llevan las tierras, pero las administraciones se llenan la boca diciendo que invierten mucho dinero para resucitar el medio rural. Como al agente Camarena en Narcos México, que le inyectan morfina, conscientes de que está clínicamente muerto, para mantenerlo con vida. Mi madre cerró la tienda en 2.002. Cuando bajó la persiana, la administración ya no estaba.

Admiro mucho a la gente que elige la vida en el pueblo buscando un día a día más tranquilo. Siempre son bien recibidos y se les quiere como a uno más.

A las administraciones salvapueblos, no se molesten en mandar a nadie al entierro, porque no irá ni el difunto.

Tampoco son bienvenidos los pijos que van a hacer fotos a las gallinas por la calle y vuelven furiosos porque no las han visto y no tenían wifi en el bar.

En la ciudad, pocas cosas hay que la identifique más y que sea más urbana que los taxis. Sin embargo, el mundo del taxi se nutre muchísimo de gente de pueblo.

De mi zona estamos pocos, pero de la zona de Belchite son multitud. Se cuenta que Moneva tenía más taxistas que habitantes quedaban en el pueblo.

En Madrid a los taxistas de pueblo los llaman “de provincias” y eso que nadie es de Madrid ahí.

Empatizo mucho con el paisano que sube y dice:

 – ¡¡Me cagüen lava, que esto ha crecido mucho tu!!

Le digo tranquilo, aquí todos somos de pueblo.

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