miércoles, 8 de junio de 2016

Pilares 2010, primer viernes.

El chupinazo es el sábado por la tarde, pero la noche del viernes ya es fuerte. Oficialmente no son fiestas, pero la gente empieza con ganas y al final, esa noche, es una de las mas intensas.

A la 1:30 de la noche bajaba por Gómez Laguna y me entra un servicio por el terminal para un restaurante de la zona. Es un sitio pequeño, con ambiente taurino y se come de maravilla. Son clientes y ya había recogido ahí alguna vez, incluso había estado comiendo hacia unos días, así que me acerque con toda confianza. El restaurante estaba a tope y le dije a un camarero que atendiera a mi servicio. Enseguida salieron dos tipos de mediana edad y otro  mayor que por las pintas no se habían guardado nada de hambre ni de sed. La gente cuando sale de fiesta no entiende que nosotros estamos trabajando y nos intenta meter  en su fiesta. Los taxistas nos ganamos la vida llevando a la gente a donde nos pide, no siguiendo las bromas ni riendo las gracias a los borrachos. Tras aguantar las gracias y los saludos protocolarios cogí dirección.

El recorrido me llevaba fuera del límite de retorno, a Cuarte, un pueblo cercano, que se cobra a kilómetro, para dejar a uno, luego volver y dejar al resto en Zaragoza, lo cual se cobra en taxímetro. Mientras yo pensaba la manera correcta de aplicar la tarifa los tipos seguían su fiesta…

- A mi no me hace falta reserva aquí, yo vengo y le digo al jefe que me dé una mesa y hecho - decía el tipo de delante.
- Joder, que grande que eres tío, vamos a hacernos unas filas para celebrarlo. Decía uno de detrás.

Los tíos eran unos sobraos. No hacían más que hablar de drogas, de coches de gama alta y de putas. En el asiento del copiloto se puso el  mayor. Un tío gordo de unos 50 años, empresario turolense, casado y padre de familia. Detrás iban dos de unos 30 años, uno más flaco que el perro de un pobre y el otro calvo como una bola de billar, los dos feos con avaricia, pero por lo visto con dinero. Debían tener negocios en común. Eso o alguna extraña relación les unía porque empatizaban bastante, aunque ya se sabe, el mundo de la noche une a gente muy diversa.

Ya en carretera el señor de delante se jactaba de las veces que le había puesto los cuernos a su mujer mientras el calvo de atrás le hacía los coros y le reía las gracias y el flaco solo pensaba en esnifar (nunca he entendido porque se drogan si se van a casa).

- Pues me voy a ir a un sitio que me han dicho que hay unas rusas que están tremendas. Berreaba el tipo de delante.
- Te tienes que ir a La Isla. Ahí si que están buenas jajaja - aseguraba uno desde atrás
- ¡A mi no me enseñas a ir de putas tu, porque yo me se los mejores sitios aquí y en toda España chaval!- fanfarroneaba.
- Ese es nuevo,  yo estuve hace 15 días y ¡esta dabuti!
-Sobre todo que no se entere mi mujer ¡eh! que yo solo he venido a cenar jaja…

Es muy difícil seguirle el royo a unos fanfarrones borrachos cuando uno va sereno. Ya de vuelta y en un intento de crear buen ambiente y dominar la situación, cambié la música y puse a Los Chichos…”por que tu te crees bonita tú te pones orgullosa, ni más ni menos, ni más ni menos"…Lo peor que pude hacer…Los tíos se vinieron arriba, gritos y palmas y viva la fiesta, todo bien salvo por dos detalles: me caían mal y estaba trabajando.

- Déjeme aquí - dijo de repente el de atrás.
- Si si, que he aparcado por aquí y mañana tengo que ir pronto a currar.

Y de pronto se hizo la calma. Se suele decir que las fieras solo son agresivas cuando van en manada y que si van solas dejan de ser agresivas. Continúo ruta hacia el centro sin saber bien el destino. Para romper el silencio pregunto dónde vamos;

- Si, déjame por el centro.
- ¿Le dejo en el club de Coimbra?

El tío no contestaba, a la vez que me miraba fijamente de arriba abajo, yo iba recostao en el asiento, cambio bastante de postura conduciendo para que el cuerpo no se duerma, me incomodaba bastante como me estaba mirando en el momento que suelta:

- ¿Tú entiendes?
- ¡¡¡El castellano perfectamente, otra cosa ya no!!! - le dije.

No tengo nada en contra de los homosexuales, siempre que me respeten claro, y la situación se había puesto tensa por momentos. Cambié de postura, agarre fuerte el volante y apreté el acelerador para llegar lo antes posible ¡El taxímetro marcaba 40 euros y se los tenía que cobrar a un tío que fanfarroneaba de putero y me había propuesto relaciones!

Camino al centro pasamos por una zona oscura de edificios vacíos y descampados cuando me dijo que quería parar…¡a orinar! de la perplejidad pasé al enfado. A la primera luz que vi clavé los frenos y paré el coche. Era mayor que yo pero sabía que estaba acorralado y no me podía hacer nada así que me hice fuerte y le dije: “O me pagas 50 euros o vas a tener problemas”. Por suerte accedió y lo perdí de vista.

La vida nunca deja de dar sorpresas y más en un oficio como este.

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