domingo, 19 de abril de 2020

Una noche cualquiera


Los fines de semana empiezo muy pronto a trabajar, salgo a las 4.30 y sigo todo el día.

Ese fin de semana, la primera carrera que cogí llevaba premio.

No diré que era una ecuatoriana para que no me etiqueten. Antes que entraran se notaba que habían bebido bastante,  pero era un servicio de emisora y me daba más reparo rechazarlo.

Llegamos a destino con todo el premio por el coche y en un principio, por lo que logré entender, la chica y su amiga mostraron actitud de colaborar y resarcir el perjuicio.

No iban en condiciones de limpiar ni tenían más dinero, más que para abonar la carrera.

Llamé a la policía para que me indicara la forma de proceder y así dejar constancia para lo que pudiera pasar. Tenia oído, no sé de donde, que aquello salía por 200 euros.

Eso les hizo fruncir el gesto. La verdad es que va de 50 € a 600 € depende la gravedad y lo que estime el juez de turno. Alguna multa han puesto de 200 €, por eso me sonaba.

Antes de que llegara la policía, llegaron los maridos de las chicas, en peor estado, envalentonados e insultando: ¡¡pinche!!  ¡¡pendejo!! - y cosas así me dedicaban.

Me apreté porque de tocarlos me buscaba otro problema mientras les explicaba lo que iba a suceder.

Ese fue mi error, porque se les pasó la valentía y se metieron en casa.

Como era un servicio de emisora le reclamé a la base y conseguir el teléfono, aunque la que llamó no había venido en el servicio.

Cuando llegó la policía anotó lo sucedido y después de una hora me fui con el coche perdido a lavarlo y tratar de salvar como pudiera la caja.

Al día siguiente llamé al número que tenía para reclamarle los 200 € más el importe de la limpieza y el lucro cesante.

La chica se asustó y me dio el teléfono de la que había dejado el regalo, que era realmente lo que quería.

Procedí de igual manera, diciendo que estaba asesorado por mi abogado y que para evitar denuncias y juicios y peores consecuencias me conformaba con menos.

Era una oferta irrechazable. Estaba por la labor y yo tampoco quería complicarle la vida.

Le di una semana y dio un vuelco su parecer: me exigía factura, papeles y denuncia.

Le di todo, menos la denuncia, advirtiendo que era más gravoso para ella, cosa que no le hizo cambiar de opinión.

La verdad es que cuando le fui a denunciar, solamente tenía una dirección y un número de teléfono. "La puedo llamar y preguntar como se llama" le dije al agente. - No, eso es delito- contestó. Y como yo, no soy un delincuente, no la llamé.

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