lunes, 5 de abril de 2021

Aquellos días



Ahora que ya vamos cogiendo perspectiva y aunque me resistía, creo que es hora de dejar constancia de aquellos días duros de la pandemia, desde el punto de vista del sector del taxi.

Alguna vez he comentado la suerte que tenemos en Zaragoza de la unión que tenemos en nuestro sector. Eso es clave a la hora de adaptarse a circunstancias tan difíciles como las que nos vinieron en marzo de 2020. 

Lo digo, más por la comparativa con otras ciudades, que por la eficacia que podamos demostrar aquí, aunque, para ser justos, a todo el mundo se le quedó grande la situación. Desde las escalas más altas (gobierno nacional, autonómico…) a las más bajas (cualquier ciudadano de a pie). 

En el sector del taxi, desde un primer momento se modificó el calendario laboral, adaptándolo a las circunstancias y permitiéndonos optimizar los días trabajados. 

Éramos muy pocos los que trabajamos, algunos compañeros, sobre todo los más mayores optaron por quedarse en casa. 

También se decidió cobrar a todo el mundo el 50%, una decisión tan polémica como generosa, ya que tenemos clientes con facturación anual (Alcer Renfe…) a los que era imposible realizar ese descuento, tan valiente como populista. Nunca nos habíamos visto en una de esas, era una manera de arrimar el hombro, renunciar a ingresos en beneficio del bien común. Creo que tuvo mucho de operación “marketingniana” aunque no se vendió bien ante la opinión pública. 

En esos momentos se desconocía todo, especialmente cuanto tiempo iba a durar el confinamiento total en el que nos encontrábamos desde el 15 de marzo. Muchas empresas se ofrecieron para ayudar en lo que podían: los textiles haciendo mascarillas, desinfecciones gratuitas, cada uno aportaba lo que podía y, en ese sentido, el taxi también quería aportar, pero a la hora de la verdad, los clientes desconocían que cobrábamos el 50% y a muchos directamente era imposible aplicarlo. 

En estas situaciones, también sale lo peor de cada uno. Hubo varios compañeros que no aplicaban el descuento y cobraban miserablemente el 100%. Esta medida era absolutamente insostenible para los taxistas y duró un mes. 

También, sacando el lado bueno, se hacían portes de forma gratuita, se regalaron mascarillas caseras que hacían particulares o empresas, y nació la conocida como “caravana verde”, que todos días recorría algún barrio partiendo desde alguna residencia de ancianos con el fin de animar y distraer. 

Fueron tres meses de un confinamiento total en el que los taxistas teníamos el privilegio de salir a la calle a trabajar. Es indescriptible recorrer avenidas y no ver absolutamente a nadie, bares, tiendas…todo cerrado, pero los taxistas ahí estábamos paseando la matrícula de Servicio Público. 

Hubo medidas difícilmente entendibles. Hice una carrera con una señora, siguiendo el coche de su marido: venían de cuidar al nieto y no podían ir juntos en el coche. 

O el día que fuimos 4 taxis a Cetina a llevar a 4 personas a un funeral. La dejé de regreso por Puente Virrey y de vuelta a casa, al coger Tenor Fleta salió todo el mundo a los balcones a aplaudirme. Sé que eran para mí porque iba yo solo por la calle. Seguían por la Avenida Goya y al girar a la Avenida Valencia también. Obviamente no eran para mí, aunque me recreaba devolviendo con pitidos y saludos los aplausos. El vacío en las calles escondía la saturación en las UCIS y los aplausos agradecían la labor de los sanitarios.

Más allá del color político, a todo el mudo le superaba la situación, se iba improvisando a medida que se conocían más detalles. La situación, globalmente era semejante, aunque aquí, quizás se tardó más en reaccionar, aparte de que faltaban mascarillas, equipos de protección para los sanitarios, etc. 

También tengo que decir que hubo ayudas para el sector. Creo que otros sectores tan afectados como nosotros no fueron ayudados de la misma manera. Quiero dejar constancia porque me parece de justicia decirlo. El ayuntamiento también ayudó a su manera. Entre otras cosas, hacíamos servicios de emisora a personas mayores de 65 años por 1euro, el ayuntamiento ponía 3,80 euros y nosotros el resto. Se incentivaba a que los mayores, la población de mayor riesgo, para que no usara el transporte colectivo y evitara riesgo. Aunque algunos días era imposible cumplir las normas, solamente estaba permitido un cliente por taxi, imposible cuando llevas dos nonagenarios al hospital, creo que esos días hicimos un servicio público con mayúsculas, no era fácil estar, pero, como siempre, ahí estuvimos.


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